June 18, 2012

Suburbia

Fernando Fuentes es performancero, feminista, e investigador autónomo.

 

Alejandro Cartagena, Girl Coming Home to Suburb in Juarez from a Night Out in the City, from the series Suburbia Mexicana, 2009; inkjet print; Collection SFMOMA, gift of the artist and Circuit Gallery; © Alejandro Cartagena

 

Cuando iba a empezar estas líneas recordé una serie de ensayos que escribió en diversas ocasiones y a lo largo de muchos años Martha Rosler pero que todos giraban en torno a la producción, recepción y formas de difundir imágenes fijas o en movimiento. Bueno no sólo reflexionaba sobre la imagen, sino sobre lo que significa ser hacedor de imágenes: las responsabilidades que esto conlleva, los riesgos y los logros, para no usar un lenguaje empresarial pongamos alegrías (sí ya sabemos que las alegrías también componen parte esencial de las industrias que lucran desde hace décadas con los deseos y las emociones), que pueden cruzarse en el camino de un artista. Pero hay algo con lo que arranca la introducción a Decoys and Disruptions: Selected Writtings, 1975-2001 que me parece fue lo que me hizo revisar mis fotocopias, su idea bastante básica ─ como ella misma apunta ─ de que para llevar a cabo un proceso de transformación colectiva la comunicación es esencial y la imagen al tener la posibilidad de destapar una aproximación crítica a la realidad juega un papel importante. Con el conjunto de imágenes que conforman la exposición para la que estoy escribiendo estas notas creo que esta posibilidad crítica de la imagen y su potencial transformador queda lejos de cumplirse, pero con las imágenes del proyecto fotográfico Suburbia Mexicana esta insuficiencia es aún más evidente y aquí abajo explico por qué.

Me sugirieron que escribiera algo sobre la actualidad en México a partir de alguna de las imágenes que conforma la exposición Photography in Mexico. Como feminista tengo que aprovechar todo espacio para hablar, escribir y expresar mi sentir en contra del sistema patriarcal. La fotografía que forma parte de la serie Suburbia Mexicana del fotógrafo Alejandro Cartagena se inscribe desde mi perspectiva, y desde cualquiera que sea un poco crítica, en el ordenamiento simbólico del sistema patriarcal-capitalista.   Quizá el fotógrafo quería develar una cara menos agresiva de una ciudad que se conoce sólo por sus conflictos o por haber llegado a ser la ciudad más violenta del planeta en 2011, en donde los índices de muertes superaron a lugares como Bagdad. Quería como el dice en una entrevista (http://www.youtube.com/watch?v=QcvU2uhj1eY) simplemente encontrarse con las personas que habitan los complejos habitacionales de las periferias: la suburbia mexicana. Encontrarse con los sujetos que llegan hasta una frontera del territorio mexicano y estadounidense para vivir en el margen de la misma, en una segunda frontera: afuera del sueño americano y al margen de la realidad mexicana, añadiría yo. Pues desde las imágenes que genera el fotógrafo nos quedamos con la idea de un mundo rosado que flota sobre la oscura realidad de un país en guerra, de un estado en plena crisis, de un sistema económico que cuelga de las pinzas del terror y la muerte: como decimos las feministas donde los sistemas político, jurídico, económico y cultural penden del patriarcado.

Puede haber muchas formas de ver o sentir las imágenes de mujeres jóvenes que vuelven de la fiesta, pero me apego más a la propuesta que lanzara hace más de doce años en su video Performing the border Ursula Bieman. Desde la denuncia precisa que hace Marcela Lagarde en su definición del término feminicidio para que pudíeramos reconocer en la violencia hacía las mujeres de la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez en Chihuahua una fractura del Estado de derecho que favorece la impunidad y por tanto lo convierte en un crimen de Estado (Lagarde).

Al abordar la forma en que las fronteras se constituyen como espacios de conflicto de manera performática por las instituciones, los gobiernos, las grandes empresas, sus habitantes y las personas que las cruzan, y no por ser fronteras en si mismas, y a partir de este acercamiento al espacio fronterizo va develando los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, mientras que vamos comprendiendo todas las implicaciones políticas, económicas, sociales y culturales que dan forma al feminicidio. Hace 13 años, Performing the Border, se convertiría en un parte aguas entre los proyectos artísticos cuyo tema era la frontera México-EE.UU. Hay dos propuestas que lanzó Biemann en este video, y que recogen buena parte del pensamiento que se ha desarrollado en torno al feminicidio, que son muy importantes para poder entender porque una imagen de una mujer joven que vuelve de un centro nocturno debe, por respeto a toda una generación de mujeres que sufrieron los ajustes del capitalismo en carne propia, sentirse y entenderse desde la complejidad histórica de un país en el que las mujeres, así como los niños y los jóvenes, son asesinadas en completa impunidad.

La primera propuesta que rescataría para sentir la imagen proviene de la forma en que Ursula Biemann  establece la relación de los modos de producción con el tipo de sujetos que estos producen, ella nos planteaba que la cultura de frontera, de la ciudad maquiladora, podía entenderse no como un lugar estático sino como: “… el  proceso robótico, repetitivo del trabajo de montaje y la intima unión del cuerpo con esta tecnología. Así como la asociación de este proceso con el cuerpo sexual y racial, el cuerpo de la mujer se fragmenta, se deshumaniza y se vuelve un componente desechable, intercambiable, comercializable…” (Biemann, 1999). La segunda propuesta proviene de que a finales de los años 80 Ciudad Juárez se convirtió en un laboratorio para el trabajo flexible, las mujeres que llegaron a las maquiladoras tenían que cubrir turnos insoportables, trabajando sin contrato y sin ningún tipo de prestación, sin posibilidad de organizarse junto a otras trabajadoras para defender sus derechos laborales mínimos. La frontera EE.UU-México no sólo apareció como el espacio para una nueva forma de la organización del trabajo en el que las mujeres se convirtieron en la nueva fuerza laboral, sino que también se convirtió en un espacio donde las relaciones entre hombres y mujeres estaban marcadas por está función productiva que estaban desempeñando las mujeres. Cuando el capital llegó de Canadá y EE.UU a Ciudad Juárez los directivos de las maquiladoras mostraban una fuerte preferencia por mujeres jóvenes y solteras con lo cual las trabajadores obtuvieron hasta cierta punto independencia económica. Niñas de 13 a 16 años empezaron a formar las filas del mercado laboral y cuando una mujer gana su dinero, como se apunta en Performing the Border no se le puede prohibir salir a divertirse y la oferta de entretenimiento esta concentrado en bares, lugares de bailes y centros nocturnos. Ursula Biemann señalaba que para finales de los 90s la frontera era “… una zona donde el género tenía un papel fundamental y las relaciones económicas de poder respecto a la diferencia de género se definen en términos sexuales. Las pautas de relación se estaban replanteando completamente. Existe cierto cambio en la obtención de ingresos gracias a las cuales las mujeres ganan poder. Les permite expresar abiertamente sus deseos sexuales y satisfacerlos. En los clubes nocturnos el cambio de poder adquisitivo de las mujeres jóvenes es muy obvio. Las diversiones se dirigen principalmente a clientes femeninas: con shows de strip-tease masculino donde las mujeres gritan y evalúan su sex-appeal, e incluso las letras de las canciones a menudo van dirigidas a satisfacer los deseos sexuales femeninos” (Biemann, 1999). Las mujeres al salirse del orden social establecido desde el patriarcado, al portar, generar y demostrar sus propios deseos como apunta Mariana Berlanga en su  investigación: “… los feminicidios, no son nada más que el punto álgido, el extremo de esa defensa a ultranza del poder masculino. Desde mi punto de vista, asesinar mujeres tiene el sentido de ordenar, desde una visión patriarcal, estructuras que las dinámicas del mismo sistema ha flexibilizado y las cuales, busca recomponer” (Berlanga, 2008: 12 y 13).

Cuando se hace una fotografía en 2009 para ilustrar/mostrar a una joven que vuelve de una noche de fiesta en una ciudad donde las principales víctimas de feminicidio son precisamente mujeres de este rango de edad y más jóvenes aún, y generalmente de ese extracto social, justo en el año en el que el ataque hacía el género femenino en Ciudad Juárez (así como en Chihuahua, Guerrero, Michoacán) tuvo un cruel repunte, no puede tomarse una posición neutra: haciéndose el desentendido de una situación de feminicidio en la que todos los hombres mexicanos estamos implicados. De la que ni yo mismo al escribir esto y mantener una postura de absoluto rechazo al orden patriarcal, ni en mi pretensión por ser feminista puedo huir. Para escaparme tengo que seguir junto a las compañeras y compañeros feministas haciendo mundos lejos de las lógicas de: competitividad, abuso, sujeción, exitismo, violencia y acumulación, en palabras de Rita Segato: “… de la estructura de poder jerárquica y patriarcal”.

 

Bibliografía

Segato, Rita Laura, “Feminicidio y femicidio: conceptualización y apropación”, pp.5, en AA.VV. Feminicidio: Un Fenómeno Global. De Lima a Madrid, Bruselas: Heinrich Böll Stiftung-Unión Europuea, 2010. Artículo disponible en: <www.cawn.org/…/Feminicidio%20de%20Lima%20a%20Madrid.pdf>

Berlanga Gayón, Mariana El feminicidio: un problema social de América Latina. El caso de México y Guatemala. Tesis para obtener el grado Maestra en Estudios Latinoamericanos, México, UNAM, 2008. Tesis disponible en: <www.mulheresrebeldes.org/…/tesis%20sobre%20feminicidio.pdf>

Lagarde, Marcela. ―El feminicidio, delito contra la humanidad‖. En: Feminicidio, justicia y derecho. Editorlas. Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana.

Rosler, Martha, Decoys and disruptions: selected writings, 1975-2001. New York: October books, 2004.

Ursula Biemann Performing the border video 1999

 

Fernando Fuentes es performancero, feminista, e investigador autónomo. Trabaja desde y en diversas prácticas estéticas y políticas en colaboración con colectivos, grupos, organizaciones e individuos anticapitalistas y antipatriarcales. Cofundador de la colectiva La Lleca (http://bit.ly/LVt8zZ). Coeditor junto con Josefina Alcázar del libro Arte Acción y Performance en América Latina (2004).

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